Música recomendada "Je veux", del grupo francés ZAZ.
Era un día laboral de primavera
que me desperté antes de que sonara el
despertador. Increíble pero cierto, por lo extraño y por la sensación de estar
completamente descansada. ¡Qué felicidad noté mientras me estiré con un gran
bostezo, de esos de cuerpo entero en los que estiras cada milímetro de tu
cuerpo…!
Al contrario que otros días, pude
llevar a cabo el desayuno de forma sosegada y tranquila, degustando cada
trocito de tostada con aceite y tomate y cada sorbo de zumo de naranja.
Como tantos otros días, estuve en
clase; pero ese día no fue un día cualquiera. Llevábamos dos semanas trabajando
en 4º de la ESO un proyecto relacionado con un proyecto sobre la célula. Ese
día cada grupo iba a entregar su maqueta. Según entro por la puerta veo unas
maquetas muy logradas, en las que se utiliza material reciclado y códigos QR.
Todavía sin verlas de cerca no pude controlar la sorpresa y alegría de los
trabajos tan bien ejecutados. De hecho el alumnado me devolvió también este
gesto… No pudieron reprimirse y enseguida comentaron la expresión de mi cara:
sonrisa abierta en boca y ojos (sí, los ojos también sonríen)… Poco a poco
hicieron sus exposiciones, llevadas a cabo de con merecido orgullo (mirada fija y serena, posición corporal recta) y
recibieron con alegría la retroalimentación recibida, mientras los ojos y su
sonrisa ocupaban sus caras… Sus pensamientos hacían eco: ¡Qué gran recompensa
realizar un trabajo bien hecho!
Ese mismo día, por la tarde salí a
hacer deporte. En el camino me encontré con un familiar lejano y nos detuvimos
a charlar de lo divino y de lo humano. En nuestra conversación me preguntó:
¿”cómo te sientes al tener una sobrina que parece tu hija?”. En esos momentos,
como dirían mis amigos, “me llené de orgullo y satisfacción”, emitiendo una
gran sonrisa y mostré de manera más exagerada mi mentón. Pero extraño a la vez
que cierto, simultáneamente me ruboricé: noté cómo las mejillas de mi rostro
enrojecían)… A continuación bromeé al respecto (“fíjate, y sin pasar por 9
meses de embarazo”), y ambos nos reímos a carcajadas, dejando entrever la parte
más íntima de nuestras bocas…
Esa misma noche, quise continuar
segregando endorfinas… Para ello finalicé la cena con un pedacito de chocolate
negro…
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